jueves, 31 de diciembre de 2009

Ser hospitalero

Acabaste el Camino, llegas a casa y vienen a ti mil y un recuerdos. Entre ellos, las imágenes de esos hospitaleros que te atendieron en cada albergue. Hombres y mujeres entregados, serviciales, altruistas..

El hospitalero voluntario es un regalo en el Camino. Sin cobrar nada, pagándose ellos mismos el viaje y todos los gastos, atienden a los peregrinos en turnos de 15 días (y algunos durante meses). Les escuchan, les informan, les animan, les acompañan en su oración, les curan, les hacen reír, les preparan la comida, les despiertan… Y luego las mil tareas del albergue: limpieza, compra, mantenimiento. “Es una experiencia dura, la rutina del hospitalero, el trabajo es bastante cansado a pesar de que no lo parezca”.

¿Por qué lo hacen?

“¿Las razones de marcharme como hospitalero? Por una parte quería agradecer de alguna forma todo lo que el Camino me había aportado, todos sabéis que mi vida cambió radicalmente después del Camino, que fue una especie de punto de inflexión en mi vida. Por otra parte quería agradecer todo aquello que muchos hospitaleros hicieron conmigo. Y la mejor forma que veía era siguiendo sus pasos, haciendo a otros, lo que ellos hicieron conmigo. Por último también estaba la razón de desconexión, de "aislamiento" de mi vida cotidiana”.

Así cuenta un hospitalero el porqué de su decisión. Quizá también a ti te pase. Quizá también tú, tras haber hecho el Camino, sientas que le debes mucho y te gustaría poder demostrar tu agradecimiento. Quizá también tú conserves un recuerdo imborrable de esa gente que te atendió en cada albergue, y pienses que la mejor manera de corresponder es imitarles “devolver lo que ya otros te dieran a ti”. O necesites “desconectar” un tiempo de una vida cotidiana que te agobia.

Tiene sus compensaciones, grandes compensaciones

“Después del desayuno venía la despedida. Les acompañábamos a la puerta, les dábamos un abrazo y les decíamos las primeras palabras que nos salieran del corazón. Les deseábamos buen Camino y mirábamos como poco a poco, pasito a pasito se iban alejando de nuestra puerta. Muchas veces te daban ganas de dejar el albergue, coger la mochila y acompañarles en su Camino a Santiago, pero teníamos bien claro que no era nuestro Camino, era el suyo.

Mientras limpiábamos pensábamos en los peregrinos que se encontraban en ese momento caminando, rezábamos por ellos. Nosotros estábamos preparándolo todo para su llegada, para que se sintieran cómodos, a gusto, felices... Y cuando acabábamos (más o menos ya es la hora de comer) abres de nuevo el albergue, mientras comes, y estás a la espera. Esos son los momentos que más me gustaban. Sentarte en la puerta, con un buen libro entre las manos, leyendo y esperando a que llegasen.

Los peregrinos iban llegando, hablábamos con ellos, nos contaban sus experiencias, sus vivencias, lo que para ellos estaba significando el Camino, recuerdo testimonios increíbles y emocionantes. También les intentábamos dar consejos sobre el peso de las mochilas, sobre el cuidado de los pies, sobre...

A las 20:30 era la oración, estaba abierta a quien quisiera, normalmente venían casi todos. Teníamos la oración en 4 o 5 idiomas, para que todo el mundo la pudiese comprender. Un evangelio, una reflexión, unos cantos... pero sin duda el momento que más me emocionaba (y todos los días me emocioné) era cuando leíamos el nombre de todos los peregrinos que pasaron allí la noche y según nuestros cálculos todavía estarían de Camino hacia Santiago. Era la forma de tenerles presentes. A mi me venían rostros a la cabeza, sonrisas, abrazos... era un momento super especial.

Después algunos se iban a cenar a algún bar o al mesón del pueblo, otros cenaban en el albergue con nosotros. Era el momento donde todos los peregrinos estaban juntos, hablando, contándose sus vidas, sus experiencias... Me encantaba escucharles y he de reconocer que muchas veces me costaba mucho no contarles mi propia experiencia, incluso alguna que otra vez lo hice. En ocasiones nos quedamos hasta bastante tarde hablando y hablando en la cocina...

La experiencia fue una auténtica maravilla, una gozada. Mucha gente me preguntaba: "Te marchas a limpiar una casa durante casi 3 semanas, y además tienes que pagarte todo, el viaje, la comida..." Y es cierto, pero el trabajo de los voluntarios tiene una recompensa que no se puede comprar con dinero. Esas sonrisas de los peregrinos cuando se marchaban, esos "gracias" que sabías que salían de lo más profundo de sus corazones, que estaban repletos de sinceridad, de amor, de cariño, de felicidad, esos abrazos tan llenos de sentimientos”.
 “Si se dice que peregrinar es rezar con los pies, ser hospitalero es peregrinar con el corazón. Posiblemente, sea una experiencia más fascinante si cabe, que la propia de encaminar los pasos hacia Santiago de Compostela. Es una vivencia única y especial”.

Si estás interesado

Para ser hospitalero es necesario haber hecho antes el Camino. Además es muy recomendable hacer alguno de los cursillos de fin de semana que organizan los hospitaleros voluntarios asociados a la Federación Nacional. En ese mismo cursillo te preguntarán por tu disponibilidad y, si lo deseas, te buscarán turno para empezar ya como hospitalero.

Página de los Hospitaleros Voluntarios