jueves, 31 de diciembre de 2009

Fiesta de los Hispanos

“La actual realidad de las migraciones en Europa y en España supone una seria interpelación a todos. Las respuestas que se están dando por parte de la sociedad son muy diversas, a veces condicionadas por prejuicios o estereotipos o por el temor a lo extraño y desconocido. Para la Iglesia, el fenómeno de las migraciones no sólo nos interpela y demanda una respuesta a sus problemas, sino que la presencia de los inmigrantes entre nosotros constituye una oportunidad histórica para nosotros en muchos aspectos.

La catolicidad es una nota característica de la Iglesia... La presencia de los inmigrantes nos ofrece una oportunidad de hacer realidad esa vocación de ser signo, factor y modelo de catolicidad para nuestra sociedad en la vida concreta de las comunidades cristianas... Por eso hemos de dar gracias a Dios por los emigrantes, que nos proporcionan la oportunidad de acogerlos y, por la acción del Espíritu, recibir de ellos, con su trabajo y servicios, sus dones y su riqueza.

Además de eso, la integración de los cristianos católicos extranjeros, que desde el principio son miembros de pleno derecho, en nuestras comunidades supone un fortalecimiento y un enriquecimiento de dichas comunidades. No sólo por la juventud que suelen traer a unas comunidades generalmente en proceso de envejecimiento, sino, también y sobre todo, por la riqueza que aportan con sus valores y con la variedad de sus expresiones y tradiciones (La Iglesia en España y los inmigrantes, nº 3, CEE, 2007)”.

Justamente para ayudar a nuestros hermanos inmigrantes hispanoamericanos a mantener su fe, y esas expresiones y tradiciones que la caracterizan, desde 2009 esta Delegación organiza el día 12 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, la Fiesta de los Hispanos, en colaboración con las Delegaciones de Liturgia y de Caritas.

La celebración de la Virgen de Guadalupe, en el aniversario de su aparición, corresponde al deseo de honrar a la Madre común, invocada por toda la América Hispana. La Madre de Dios, que apenas diez años después de la conquista de México, se hace presente al indio Juan Diego en el cerro Tepeyac, y en él a todos hijos del nuevo continente, para mostrar todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre".