jueves, 31 de diciembre de 2009

Durante el Camino

Comienza el día saludando a Dios. Todo lo que eres y tienes procede de él, y necesitas que te sostenga un día más. Simplemente salúdale, no necesitas complicadas oraciones. Dale gracias por hacer que este nuevo día estés en pie, y pídele que no te abandone ni un minuto.

Todo es nuevo para ti. Mientras caminas, mira todo con ojos bien abiertos. Disfruta cada una de las cosas que ves, la comida que te dan, tus sensaciones, los colores y olores de todo. Educa progresivamente tu capacidad de contemplación y de sorpresa. No quieras que todo esté planificado, hasta las emociones. Todo lo que te rodea, lo que te pasa, tiene sentido, aunque lo percibas como absurdo o no deseable. Aprende a mirar las cosas y los sucesos cada día mejor, y a entenderlo todo en su significado más profundo.

Disfruta también de los demás. Cuando eres capaz de mirarles pasando por encima de sus limitaciones y sus pobrezas, descubres que son un regalo. Intenta mirarles con los ojos con que Dios los mira, y descubrirás su riqueza. Son un don para ti.

De vez en cuando, especialmente después de un esfuerzo, tómate algún tiempo para serenarte y mirar dentro de tu interior. El Camino no es un enemigo a vencer, sino tu aliado para aprender, para expandir tu corazón, para renovarte. Aprende a amar cada día más tu camino.

No tengas miedo de no poder cubrir los kilómetros, de sufrir, de tener algún percance. Lo importante eres tú, no el mapa. No dejes que ninguna circunstancia, ninguna preocupación, enfado o molestia te dominen. Arrincónalos y sigue siendo el amo de tu camino.

Tómate el camino con humor. Piensa cómo debe sonreír Dios por nuestros agobios y enfados. Tú haz lo mismo. Ríete de ti mismo. Y procura tener siempre una sonrisa ante los demás.

De vez en cuando, levanta tu corazón a Dios. Cuando veas una iglesia abierta, entra a saludarle. Si puedes, asiste a la Misa, o participa en la oración de la tarde.

Cuando te sientes a cenar con los demás, hazlo dispuesto a disfrutar de ese momento como algo especial. Olvida tu cansancio, olvida tu carácter y tus manías. Ríe con ganas.

Antes de acostarte, repasa el día, haz memoria especialmente de tus debilidades, de aquello que no te agradó de ti mismo, y confíalo a Dios. Él puede regenerarte cada noche.

Lo realmente importante está dentro de ti, en tu corazón. Mírate por dentro y asómbrate de cómo te va enriqueciendo todo, de todo lo que estás aprendiendo y cambiando. Da gracias a Dios por ello.

Duerme en paz. Dios vela tu sueño y mañana te acompañará en una nueva etapa


Y esto lo encontré en internet:

CLAVES PARA UN BUEN CAMINO

SILENCIO: El camino no es para hablar, sino para escuchar. Escuchar tu propio interior, la tierra, los árboles, los pájaros, la creación que nos rodea. Aunque se vaya acompañado es importante caminar en silencio.

SOLEDAD: Tú sólo en tu sola y única mismidad. Tú solo frente al amanecer y a la puesta de sol, frente a la noche y luego frente al mar. Frente a Dios.

NO TENER PRISA: Al Misterio se va despacio, sin prisa, andando a ritmo humano. posiblemente no haya experiencia profunda, de la creación, de uno mismo porque tenemos mucha prisa.

ESFUERZO: Andar, andar. En nombre de los auténticos y esforzados peregrinos, no hagamos el Camino confortable. Es muy bonito perderse en el monte y dormir en el suelo. El espíritu se afina en el esfuerzo y en los refugios cochambrosos.

SOBRIEDAD: No comer mucho, no beber mucho, no gastar mucho Es bueno pasar un poco de hambre y sed.. No es masoquismo, sino dominio del espíritu.

GRATITUD: El sol es gratis, el campo es gratis, la sonrisa es gratis y la vida es gratis. Toda hospitalidad y amabilidad en el camino, gratis.