jueves, 31 de diciembre de 2009

Al llegar a Santiago

Al llegar a Santiago… qué torrente de emociones afluye al corazón. Así lo cuentan algunos peregrinos:

“Un poco más adelante nos encontramos con la Puerta del Camino, con las piedras del casco antiguo, y sentimos profundamente la cercanía de la meta. Volví a pensar en los millones de peregrinos que habrían pasado por estas calles y habrían llorado por ver cumplido un sueño. La emoción lleno mis ojos de agua y las palabras desaparecieron de mi boca”.

"Hablo de esa sensación inmensa, inexplicable, que te recorre todo el cuerpo cuando cruzas el arco que lleva a la plaza del Obradoiro y encuentras frente a ti la Catedral de Santiago de Compostela... tantas veces imaginada en el Camino”

“Comienzo a sentir que me inundan fuertes emociones y sentimientos, y procuro interiorizar y reflexionar sobre ellos, allí, sentado en pleno suelo. Empiezo a llorar como un niño, sin darme casi cuenta y sin poder refrenar el llanto. Muchas cosas vienen a la mente en esos momentos. Así estuve casi una media hora. Luis se ha dado cuenta de lo que estoy viviendo y, creyendo que me derrumbo, me da un abrazo cálido y fraternal. Sin embargo es justo lo contrario. La fuerza interior y la paz que siento han compensado con creces el esfuerzo”.

“Ahora sí que ya no me puedo contener más y rompo a llorar con un profundo sentimiento de gratitud, emoción y satisfacción. Estoy arrodillado y cabizbajo justo debajo de la imagen de Santiago, a solas conmigo mismo, y una sensación de paz y tranquilidad enorme me invade. Me siento como un globo a presión que ha estallado, pletórico de sentimientos desbocados. ¡Qué sensación… Indescriptible lo que sentía!”

La meta del Camino, pero también de la peregrinación

Todo el coraje puesto en el Camino, todo el esfuerzo y el cansancio, todas las vivencias acumuladas, todos los recuerdos y los afectos, todos los sufrimientos y todas las sonrisas, afloran ahora en el momento en que llegas a la meta. Y se manifiestan en emociones encontradas. Muchas veces como llanto gozoso, o como un orgullo sosegado, o una profunda paz. Otras veces como sensación de pérdida, de vacío, de estar “como un globo deshinchado”. Cada uno es cada uno.

Pero no sólo ha llegado a su meta tu Camino, sino ante todo tu Peregrinación. Por fin estás ante la tumba del Apóstol. “Él, testigo predilecto, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de Cristo y, el primero entre los apóstoles, bebió el cáliz del Señor; con su guía y patrocinio se conserva la fe en los pueblos de España y se dilata por toda la tierra, mientras Santiago alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a Dios”.

El Apóstol, todo apóstol, es cimiento de la fe. Tu camino de peregrinación ha significado:

- La búsqueda de una mayor hondura de tu fe y el compromiso de ser más coherente con ella.

- Tu adhesión a la herencia de los miles de peregrinos que hubo antes que tú, y en definitiva a la herencia del propio Santiago, que no hace más que cumplir el encargo de Jesús de Nazaret: anunciar a todos El Evangelio, la Buena Noticia de que hay esperanza y salvación para el hombre.

- El deseo de convertir tu corazón, de los valores del orgullo y el egoísmo, a los del amor; invitando a los demás a hacer lo mismo.

Entra ahora en la Catedral, si puedes (en Año Santo) por la puerta del Perdón. Sube a darle un abrazo a la imagen del Apóstol, que te ha estado acompañando y animando en el Camino. Muéstrale tu gratitud por todo lo que has vivido estos días, lo bueno y lo aparentemente menos bueno. Visita la cripta con los restos de Santiago: la tumba que durante siglos ha sido la meta de tantos miles y miles de peregrinos. Él está allí escuchando tu plegaria.

Da una primera vuelta por el templo y llégate hasta el Pórtico de la Gloria. Antes de dar los “croques” al Maestro Mateo, contempla el conjunto. Te está señalando que esta meta era sólo provisional. Que la meta definitiva de todo peregrino es la casa del Padre, la ciudad celestial, la fiesta definitiva en el Reino de los Cielos, en que te recibirán sonrientes Santiago y el Resucitado. Que vas a seguir caminando hasta que se corte el hilo de tu peregrinación terrena, y te encuentres cara a cara con el Señor de la Gloria.

Vuelve a entrar en la catedral, la casa de Santiago y de todos los peregrinos. En tiempos, incluso pasaban la noche allí, entre cantos y alabanzas. Como buen anfitrión, él te invita a lavarte y sentarte en la mesa. Celebra la Penitencia y participa en la Eucaristía, preferentemente en la Misa del Peregrino. Deja que tu espíritu se eleve como el botafumeiro por las naves de la catedral y tus emociones impregnen, como el aroma del incienso, las bóvedas de tu alma.

Luego tendrás tiempo de visitar el resto de la catedral, de hacerte fotos en la Plaza del Obradoiro y obtener la Compostela en la Oficina del Peregrino, de repasar mil y un detalles del Camino con otros peregrinos, de repartir abrazos y sonrisas, de irte a comer y a celebrarlo. Incluso de sentarte en una terraza en las viejas rúas de la ciudad y animar a los peregrinos que van llegando.

Es tiempo de volver

Como los discípulos de Emaús, has encontrado al Señor en su Palabra y en la Fracción del Pan. Pero él te anima a volver a tu comunidad, a tu trabajo, a tu familia, a tu parroquia, a tu vida.

“Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le habían reconocido en la fracción del pan”. Como los de Emaús, volverás transfigurado, con el corazón henchido de fe y de gozo. Como ellos, también a ti te tocará contar lo que has vivido por el Camino de Santiago, y cómo has sentido la presencia de Jesús. De algún modo, Santiago te ha asociado en su misión : ir al mundo entero y anunciar el Evangelio.

Y sobre todo, no dejes que todo se acabe debilitando y perdiendo. Esfuérzate en profundizar esta renovación de tu vida y de tu fe que ha supuesto la peregrinación.