jueves, 31 de diciembre de 2009

El Año Santo

El Año Santo o Jubilar ya existía en Israel, como un tiempo destinado a hacer caer en la cuenta al pueblo elegido de su diferencia respecto de todos los demás pueblos del mundo. Todo lo que tenía procedía de Dios, incluso su misma identidad nacional era acción de Dios, y existía para vivir consagrado para él. El Año Santo era por tanto un tiempo de conversión: dejar de pretender ser como todos los pueblos, y vivir la santidad de su relación especialísima con el Todopoderoso.

Jesús comienza su ministerio en Nazaret anunciando un año de gracia del Señor, el Año Jubilar definitivo: él realiza la liberación de todos los hombres, la conversión hacia Dios, la santidad de la humanidad.

En la Edad Media, la Iglesia instaura los Años Santos como tiempos especiales de conversión, de cambio de vida, para recordar a todos los creyentes su deber de vivir santamente, unidos a Dios como única fuente de vida plena, y de realizar en sus propias existencias la voluntad de Dios. Y enriquece esos años con la gracia de la Indulgencia: la aplicación de los méritos de Cristo y de todos los Santos para el perdón de las culpas.

Hacia 1122 Compostela obtiene del Papa la gracia del Año Santo, con su Indulgencia: cada año en que el 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago coincide en domingo se podrán ganar en la Iglesia de Compostela las gracias del Jubileo.

Hoy día en que las indulgencias están muy extendidas, que podemos ganarlas cualquier día en cualquier sitio, el Año Santo Compostelano retoma todo su sentido de “llamada a la santidad a la que todos, como hijos de Dios y de la Iglesia, hemos de responder. En un año santo es preciso recordar esta vocación a la santidad y a la vez la vocación de eternidad” (Msr. Barrio).

“Es una oportunidad particular para que los creyentes recapaciten sobre su genuina vocación a la santidad de vida, se impregnen de la Palabra de Dios, que ilumina e interpela, reconozcan a Cristo, que sale a su encuentro, les acompaña en las vicisitudes de su caminar por el mundo y se entrega a ellos personalmente, sobre todo en la Eucaristía. Pero también los que no tienen fe, o tal vez la han dejado marchitar, tendrán una ocasión singular para recibir el don de 'Aquel que ilumina a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida' (Benedicto XVI).

El lema de este Año Santo es PEREGRINANDO HACIA LA LUZ, “porque el peregrino camina al encuentro de la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe, tradición que aquí expresa el apóstol Santiago el Mayor. Pero el fin no es el sepulcro del Apóstol, sino el encuentro, a través de Santiago, con Cristo resucitado, la luz que tiene que iluminar la realidad de nuestra existencia. Una luz que debemos manifestar a través de las obras, dando testimonio de Jesús resucitado” (Msr. Barrio).


El Año Santo es por tanto:

•Un tiempo privilegiado de gracia que la Iglesia nos ofrece para una renovación interior (conversión) de nuestra vida cristiana.

•Una llamada desde Compostela a todos los peregrinos, para que escuchemos la Palabra de Dios predicada por Santiago, purifiquemos nuestro corazón de todo pecado y emprendamos el camino del seguimiento de Cristo, Luz del mundo.

•Un jubileo, junto a la tumba del Apóstol Santiago, que nos hace participar de los bienes espirituales de toda la Iglesia.

•Una concesión del perdón y la misericordia de Dios, por el valor infinito del sacrificio redentor de Cristo, por la oración y méritos de la Virgen María y de todos los Santos.



¿Qué nos Ofrece el Año Santo?

•Expresar nuestra fe en Cristo Jesús. Luz del mundo.

•Recibir el perdón y la misericordia de Dios.

•Renovar nuestra vida cristiana a partir del Evangelio.

•Alcanzar la gracia jubilar de la Indulgencia Plenaria.


¿Qué es la Indulgencia Plenaria?

La Indulgencia es la remisión de la pena por los pecados ya perdonados, concedida por la Iglesia como administradora de la redención, que distribuye y aplica el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. Puede alcanzarse una vez al día y puede aplicarse por uno mismo o por los fieles difuntos.


Condiciones para ganar el Jubileo

1.Visitar la Catedral de Santiago donde se guarda la Tumba de Santiago el Mayor (no es preciso hacer el Camino).

2.Rezar alguna oración (al menos, el Credo, el Padrenuestro y pedir por las intenciones del Papa) Se recomienda asistir a la Santa Misa.

3.Recibir los sacramentos de la Penitencia (puede ser 15 días antes o después) y de la Comunión. Estos dos sacramentos realizan la conversión y el compromiso de amor con Jesús y nuestros hermanos. Ésta es la herencia de Santiago.