jueves, 31 de diciembre de 2009

Qué es el Camino

Históricamente, podemos definir el Camino de Santiago por su antigüedad; por su importancia en la génesis de España como estado, y su trascendencia como vía de encuentro de las sociedades y economías españolas y europeas a lo largo de toda la Edad Media; por ser “el acontecimiento religioso y cultural más destacable y profundamente vivido” en este periodo, del que conserva tantas señas. Santiago es en sí mismo uno de los principales hitos en la identidad europea. Con razón ha recibido el título de “Calle Mayor de Europa”.

Paisajísticamente, los diferentes Caminos ofrecen al peregrino la posibilidad de transitar por espacios de belleza extraordinaria: cimas y valles, bosques y llanuras sin término. Ciudades llenas de encanto, y pueblos minúsculos, unidos por un mismo cordón umbilical. De la mano del Camino tendremos la posibilidad de vivir el campo, al aire libre; de sufrir el bochorno o el aguacero, y disfrutar los colores de otoño y primavera. Ninguna “senda paisajista” tan grande y tan variada como el Camino.

Culturalmente, definen al Camino sus monumentos, su arte, ser él mismo vía de propagación de estilos e influencias, trasiego de artistas y de obras. En torno al Camino, a los Caminos, encontraremos una infinidad de templos, edificios civiles, obras de ingeniería y diseños urbanísticos, tallas, pinturas, piezas de orfebrería, obras musicales… Cultura “culta” junto con cultura “popular” significada en tradiciones, leyendas, ritos… Declarado “Itinerario Cultural Europeo” por el Consejo de Europa y “Patrimonio de la Humanidad” por la Unesco, el Camino es la “obra de arte colectiva" más grande del continente.

Social y económicamente, ha logrado recuperar una enorme trascendencia en nuestro país y fuera de él, como alternativa de ocio y de encuentro con otros, objeto de estudio y divulgación, de oferta turística y publicidad, de fundación de asociaciones y organización de eventos, de recursos hosteleros e incluso de promoción política.

Todo eso es el Camino. Con todo eso, para bien o para mal, se encuentra el peregrino. Es verdad que hay opciones para todos: para quien pretende hacer amigos y quien necesita soledad, el que busca meditar y el que quiere hacer deporte, el ejecutivo en vacaciones y el “trotamundos”, el anacoreta y el “turigrino”.

Pero hay un “ingrediente" (si se nos permite hablar así) que está en la base de todo, y por medio del cual se sustenta todo. Puedes centrarte en él o “pasar” de él: es decisión tuya. Pero sin él, el Camino nunca tendrá todo su color ni todo su sentido. Busques lo que busques.

Sin él… o más bien sin ellos, porque en realidad son dos. Son –o fueron- de Galilea, un lugar muy distante de aquí (ni siquiera está en Europa) y de una época muy lejana. Uno era carpintero, hijo de carpintero, y el otro pescador. Fueron amigos o, si lo prefieres, discípulo y maestro. El maestro dijo un día: “Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida”. El discípulo lo comprobó, y recorrió medio mundo -hasta llegar aquí- para comunicárnoslo; “su cuerpo descansa en la paz, su gloria pervive entre nosotros”.

Si vas a Santiago, ojalá los encuentres.